domingo, 21 de abril de 2013

CAPÍTULO 1

INFANCIA

MÍA

Acababa de terminar el instituto. La graduación había sido apenas una semana y ya echaba de menos sus clases.
Los horarios. Los compañeros. Las amigas que pasabas con ellas prácticamente todo el día.  Las horas que se pasaba ``una´´ en la biblioteca,…  Estabas allí, una parte,  porque te encantaba estar allí para fundirte en centenares de libros y otra por miedo a que se rieran de ti,  por adorar leer y querer ser algo en la vida; bueno eso, en realidad no echaba de menos, pero me encantaba pasar horas allí.
La ilusión con que cogía cada explicación de los profesores y las convertía en un paso más cerca de tu destino. Sabía que con sus enseñanzas llegaría a conseguir todo lo que me proponía. Cada detalle del instituto, cada momento pasado allí, cada recuerdo permanecería en mi memoria.
Todos estos años estudiando allí, habían conseguido que el instituto se convirtiera en una segunda casa para mí, bueno en parte, si no mencionamos  a los que te hacían la vida imposible.
Lo que no echaría de menos, sería a Emma y a su grupito de arpías idénticas. Se creen superiores solo porque sus papis sean catedráticos en económicas, tengan más dinero que nadie, y organicen las mejores fiestas en el condado de Wilcox.
Aunque se hubiera pasado los seis años de instituto ignorándome como si no existiera, si que echaría de menos a Mark. El primer día de instituto se sentó enfrente de mí y me quedé embobada con él. Sus ojos de color verde esmeralda,  brillaban de una forma increíble. Su pelo era de color rubio, posteriormente se lo tiñó de marrón, y una sonrisa encantadora… J Como echaría de menos esa sonrisa…
Pero me di cuenta de que él no se interesaba en ratones de bibliotecas. Entonces comprendí que no debía perder el tiempo con estúpidos como él. Ciertamente no me di cuenta hasta hace dos años. K
A quien sí que echaría de menos sería a mi buena amiga Lena.
Éramos inseparables. J
Ella me había ayudado en todo cuando tenía algún problema, estudiábamos juntas y hasta decidimos ir a la misma universidad. Pero a ella la admitieron en Jeyl y a mí en Columbia. Ella quiere estudiar antropología filosófica y yo microbiología. Pero hemos prometido visitarnos en vacaciones. J
La primera vez que la vi, yo estaba en la cafetería. Mi madre me había dado dinero para almorzar y era en ese preciso momento cuando decidí gastarlo. Más que nada porque eran las doce del medio día y tenía hambre.
Por un pequeño lapsus se me cayó la cartera y todo el contenido de su interior al suelo. Ese pequeño incidente se produjo porque una ``hipócrita´´, me empujó. Y justo en ese momento llegó Lena:
 ¿Te ayudo? -Me preguntó.
- Sí, gracias. Es que me he tropezado y no sé cómo ha acabado mi cartera en el suelo... -La contesté aturdida.
- No es culpa tuya. Solo que una imbécil no tiene cuidado. -Dijo con sarcasmo.
Desde ese día supe que íbamos a ser grandes amigas. Empezamos yendo a clase juntas, después hacíamos los deberes juntas, y por último fuimos inseparables. Cuando yo estaba deprimida ella me animaba. Me aconsejaba cuando yo tenía algún problema. Vamos era como la hermana que nunca tuve… J
Aunque no hay que sacar de esta historia a mis buenas chicas, Lucy, Serena y Peyton. Y de mis niños Lucas, Bruno, Max y Peter. Sin ellos estos últimos años los había pasado horribles.

Podría empezar definiendo a mis amigos uno a uno, recordando cada detalle de mi infancia, pero esta historia se haría eterna. Puedo empezar donde me encuentro viviendo con mis padres. En el condado de Wilcox (Alabama), entre un mundo de ciudad y otro de granjeros, se encuentra un pueblecito muy pequeño pero importante, lleno de vida y casi siempre soleado, llamado Pine Apple. Llevo viviendo allí 18 años. En una casita preciosa, con 2 hermanos y mis padres…
Me encanta mi casa… J

En el jardín de mi casa, tengo un cerezo que cuando era pequeña, me encantaba sentarme a su sombra y observar como la hierba se movía por el efecto del viento. De vez en cuando veía como algún pajarito se colaba en el jardín y empezaba a picotear los frutos del gran cerezo, al que yo llamaba de forma cariñosa `` señor ciruelo´´ lo llamaba así porque con siete años no sabía distinguir entre las ciruelas y las cerezas si eran los frutos que tenía.
Pasaba cada día allí, observando cada centímetro de sus largas ramas que terminaban en unas preciosas flores blanquecinas.
La mayor parte de mi infancia la pasé bajo el ``señor ciruelo´´.
Lo cuidaba y le hacía compañía. Cuando mi abuelita venía en verano a cuidarme, nos sentábamos las dos a los pies del gran cerezo y ella me contaba historias inventadas, que casualmente los protagonistas eran los de los típicos cuentos infantiles:
La bestia durmiente, caperunieves (caperucita nieves), el principito enano, la cenicienta rana, el sirenito mentiroso (pinocho y la sirenita), la mariposa de afrodita, el pulgarcito con botas, aranasias (Aladino y anastasia),…
Aunque había uno que mi abuela me contaba que no tenía que ver con ninguno de los cuentos infantiles; lo llamaba: el secreto de los siete reinos y la estrella perdida.
Me lo contaba una y otra vez. Era uno de mis favoritos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario