INFANCIA
MÍA
Acababa de terminar el instituto.
La graduación había sido apenas una semana y ya echaba de menos sus clases.
Los horarios. Los compañeros. Las
amigas que pasabas con ellas prácticamente todo el día. Las horas que se pasaba ``una´´ en la
biblioteca,… Estabas allí, una parte, porque te encantaba estar allí para fundirte
en centenares de libros y otra por miedo a que se rieran de ti, por adorar leer y querer ser algo en la vida;
bueno eso, en realidad no echaba de menos, pero me encantaba pasar horas allí.
La ilusión con que cogía cada
explicación de los profesores y las convertía en un paso más cerca de tu
destino. Sabía que con sus enseñanzas llegaría a conseguir todo lo que me
proponía. Cada detalle del instituto, cada momento pasado allí, cada recuerdo
permanecería en mi memoria.
Todos estos años estudiando allí,
habían conseguido que el instituto se convirtiera en una segunda casa para mí,
bueno en parte, si no mencionamos a los
que te hacían la vida imposible.
Lo que no echaría de menos, sería
a Emma y a su grupito de arpías idénticas. Se creen superiores solo porque sus
papis sean catedráticos en económicas, tengan más dinero que nadie, y organicen
las mejores fiestas en el condado de Wilcox.
Aunque se hubiera pasado los seis
años de instituto ignorándome como si no existiera, si que echaría de menos a
Mark. El primer día de instituto se sentó enfrente de mí y me quedé embobada
con él. Sus ojos de color verde esmeralda,
brillaban de una forma increíble. Su pelo era de color rubio,
posteriormente se lo tiñó de marrón, y una sonrisa encantadora… J
Como echaría de menos esa sonrisa…
Pero me di cuenta de que él no se
interesaba en ratones de bibliotecas. Entonces comprendí que no debía perder el
tiempo con estúpidos como él. Ciertamente no me di cuenta hasta hace dos años. K
A quien sí que echaría de menos
sería a mi buena amiga Lena.
Éramos inseparables. J
Ella me había ayudado en todo
cuando tenía algún problema, estudiábamos juntas y hasta decidimos ir a la
misma universidad. Pero a ella la admitieron en Jeyl y a mí en Columbia. Ella
quiere estudiar antropología filosófica y yo microbiología. Pero hemos
prometido visitarnos en vacaciones. J
La primera vez que la vi, yo
estaba en la cafetería. Mi madre me había dado dinero para almorzar y era en
ese preciso momento cuando decidí gastarlo. Más que nada porque eran las doce
del medio día y tenía hambre.
Por un pequeño lapsus se me cayó
la cartera y todo el contenido de su interior al suelo. Ese pequeño incidente
se produjo porque una ``hipócrita´´, me empujó. Y justo en ese momento llegó
Lena:
- ¿Te ayudo? -Me preguntó.
- Sí, gracias. Es que me he tropezado y no sé cómo ha acabado mi cartera en el suelo... -La contesté aturdida.
- No es culpa tuya. Solo que una imbécil no tiene cuidado. -Dijo con sarcasmo.
- ¿Te ayudo? -Me preguntó.
- Sí, gracias. Es que me he tropezado y no sé cómo ha acabado mi cartera en el suelo... -La contesté aturdida.
- No es culpa tuya. Solo que una imbécil no tiene cuidado. -Dijo con sarcasmo.
Desde ese día supe que íbamos a
ser grandes amigas. Empezamos yendo a clase juntas, después hacíamos los
deberes juntas, y por último fuimos inseparables. Cuando yo estaba deprimida
ella me animaba. Me aconsejaba cuando yo tenía algún problema. Vamos era como
la hermana que nunca tuve… J
Aunque no hay que sacar de esta
historia a mis buenas chicas, Lucy, Serena y Peyton. Y de mis niños Lucas,
Bruno, Max y Peter. Sin ellos estos últimos años los había pasado horribles.
Podría empezar definiendo a mis
amigos uno a uno, recordando cada detalle de mi infancia, pero esta historia se
haría eterna. Puedo empezar donde me encuentro viviendo con mis padres. En el
condado de Wilcox (Alabama), entre un mundo de ciudad y otro de granjeros, se
encuentra un pueblecito muy pequeño pero importante, lleno de vida y casi
siempre soleado, llamado Pine Apple. Llevo viviendo allí 18 años. En una casita
preciosa, con 2 hermanos y mis padres…
Me encanta mi casa… J
En el jardín de mi casa, tengo un
cerezo que cuando era pequeña, me encantaba sentarme a su sombra y observar
como la hierba se movía por el efecto del viento. De vez en cuando veía como
algún pajarito se colaba en el jardín y empezaba a picotear los frutos del gran
cerezo, al que yo llamaba de forma cariñosa `` señor ciruelo´´ lo llamaba así
porque con siete años no sabía distinguir entre las ciruelas y las cerezas si
eran los frutos que tenía.
Pasaba cada día allí, observando
cada centímetro de sus largas ramas que terminaban en unas preciosas flores
blanquecinas.
La mayor parte de mi infancia la
pasé bajo el ``señor ciruelo´´.
Lo cuidaba y le hacía compañía.
Cuando mi abuelita venía en verano a cuidarme, nos sentábamos las dos a los
pies del gran cerezo y ella me contaba historias inventadas, que casualmente
los protagonistas eran los de los típicos cuentos infantiles:
La bestia durmiente, caperunieves
(caperucita nieves), el principito enano, la cenicienta rana, el sirenito
mentiroso (pinocho y la sirenita), la mariposa de afrodita, el pulgarcito con
botas, aranasias (Aladino y anastasia),…
Aunque había uno que mi abuela me
contaba que no tenía que ver con ninguno de los cuentos infantiles; lo llamaba:
el secreto de los siete reinos y la estrella perdida.
Me lo contaba una y otra vez. Era
uno de mis favoritos.
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