lunes, 29 de agosto de 2016

CAPÍTULO 6

CAMBIO DE RELOJ

MÍA

Me encontraba en una playa, pero no era verano, la arena estaba cubierta de nieve, sin embargo hacía un calor sofocante.
Debía de ser un sueño porque mi cuerpo no respondía a mis impulsos; y yo intentaba darme la vuelta pero lo único que conseguía era que mi cuerpo diera traspiés y algo me impulsó, como si de una fuerza se tratase, a salir corriendo a lo largo de la orilla.
Cuando apenas había bordeado la playa, vislumbré una enorme roca al final. Encima de la roca había una persona sentada. Era mi abuela.

<< ¡Qué raro!>> pensé.


Me la quedé mirando durante un buen rato; en parte, porque mi cuerpo no respondía a mis deseos de moverme, y por lo estupefacta que estaba de verla allí sentada.

Estaba distinta a como yo la recordaba.

Tenía el pelo diferente; era más joven. Ya no tenía ese intenso color grisáceo en el pelo, lo tenía de un color rubio cobrizo brillante. 

No parecía ella.


De repente mi abuela se convirtió en mi madre. Ella también estaba cambiada; caminaba hacia mí, con su pelo rojo que parecía un halo de fuego alrededor de su cabeza.
A medida que mi madre se acercaba, su expresión se tornaba enfadada, como si quisiera abalanzarse a mi, para intentar matarme. Antes de que llegara a mi, me desperté.

Abrí los ojos de golpe. Estaba aturdida. Me dí cuenta entonces de que me encontraba en el coche de Peter. Él seguía conduciendo. Parecía tenso y cansado, aunque intentaba aparentar tranquilidad.

No se cuanto llevaba conduciendo, pero sus ojos y sus hombros delataban que llevaba largo tiempo al volante. No tardaríamos mucho en llegar, sino al pobre Peter le iba a dar un patatús.

Pasaban los minutos y notaba a Peter muy raro. Lejos de su insistencia por ir a Idaho, en la gasolinera donde nos paramos, se me quedó mirando un largo rato sin apartar la vista. Después de aguntar su mirada un buen rato, acabé diciendole:
- Peter, sigue mirándome y seguro que me traspasas la frente con los ojos, como si fueran láseres -
Al final apartó la mirada. Parecía avergonzado. << ¿porque se habría quedado mirándome?>> pense ya en el coche.

Cuando volví a mirarle, este seguía con su vista clavada en la carretera, como llevaba desde hace horas.
Al verle con esa cara de mustio, se me ocurrió molestarle un rato.
Me estiré en mi asiento como pude, ya que el coche de Peter no era muy grande que digamos, y me quedé mirándole fijamente durante un rato, a ver si se daba cuenta.

No conseguí mi objetivo. << ¡Porras! >> pensé. Sabía que se había dado cuenta, pero él pasaba de mí porque sabía que como me siguiera el rollo, yo continuaría dándole la tabarra y no pararía. Así que lo mejor que se le ocurrió fue ignorarme. Lo que se le pasó por la mente es que si o no me salgo con la mía, busco otras maneras de fastidiarle. Y eso es lo que hice.

Me acerqué a él y me dediqué a darle toquecitos en el hombro. Mas que toquecitos parecía que le estaba taladrando el hombro con el dedo índice. Peter ya no lo aguantaba más.

-          - ¡Mía para! – me chillaba, suplicando.
-          - ¡Despierta, despierta, que te estás durmiendo! – le decía mientras me reía.
-          - ¡PARA! Que me estás haciendo cosquillas – seguía retorciéndose para que yo le dejara en paz.

Me paré en seco y me lo quedé mirando.
-          - ¡Ah! ¿enserio? – le pregunte con caras de inocente.

Peter siempre había tenido cosquillas, al igual que yo. Pero él lo pasaba peor. Así que, cuando me dijo eso, lo único que se me ocurrió fue provocarle aun más. Era como si Peter hubiera pulsado un enorme botón rojo.

Empecé a hacerle más cosquillas, en las piernas, el abdomen. Él intentaba zafarse pero le era imposible, porque estaba conduciendo.
-      - ¡MÍA PARA! ¡DE VERDAD QUE NOS VAMOS A ESTRELLAR! – me gritaba más desesperado – ¡MÍAAAA! –

El coche dio un bandazo, me pilló desprevenida y choqué contra la puerta del copiloto lo que provocó que mi cinturón se rompiera. Por poco nos chocamos con el coche del carril contiguo, que venía en sentido contrario y al dar nosotros el volantazo nos pitó y nos gritó alguna incoherencia. No pensamos mucho en lo que dijo, pensábamos más en el susto, del casi-accidente. Me pitaban los oídos y el corazón me iba a mil. Estaba muy asustada.
Paramos en el arcén para reponernos del susto. Si no llega a ser por los reflejos de Peter, no o contamos.

Me coloqué en el asiento, dolorida. Tenía el hombro que no lo podía mover. Un poco aturdida. Mire a Peter, tenia la vista fija en la carretera, las manos agarrando el volante casi blancas de apretar tanto, y su cuerpo tenso. La respiración la tenia entrecortada como si estuviera a punto de tener un ataque de pánico.

Iba a decirle algo pero en su lugar fue el quien hablo, bueno, mas que hablarme me gritó:
-    - ¡¿Pero estás loca!? – me chilló furioso - ¡por poco nos matamos! Y tú comportándote como una cría estúpida… -
Peter se llevó las manos a la cabeza desesperado. Yo me quedé mirándolo, seguramente mi cara seria un poema. Estaba estupefacta. Era como si las palabras hubieran estado escondidas dentro de él y al soltarlas hubieran desbordado en un torrente.

Mi cara era un poema, me mire en el espejo y tenía una expresión entre frustrada, preocupada, perpleja y mas cosa que dudo mucho que se puedan expresar de forma simple.
Peter nunca me había hablado así, estaba en blanco en ese momento. No sabía que decir. ¿Por qué me habría chillado? Sé que hay a veces que puedo comportarme como una cría, y también puedo llegar a ser muy insoportable. Pero ¿que llegue a tal punto de que él me riña como si fuera mi padre y estuviera harto de mí? Nunca hemos llegado a esos extremos.
Me asustaba mucho esa faceta de Peter, ya que nunca la había visto, y si había salido no era bueno. Vale, he sido una cría por comportarme así, que podríamos haber muerto, pero ha sido sin querer y no hacía falta llegar a esos extremos.

No sé si fue por la contestación de Peter o por el hecho de que casi morimos por mi culpa, pero de repente calló por mi mejilla una lágrima. Giré la cabeza rápidamente para que Peter no me viera.
-          - Lo… siento – es lo único que me salió.

Mi voz era neutra, no quería mostrar mis sentimientos, y Peter lo sabía. Al igual que sabía cuando estaba mal sin que apenas  se me notara. Ese era el caso. Lo sabía.

-         - Mía, yo… lo siento – me suplicó – no era mi intención… -
Peter dejo de mirarme y se tapo la cara con las manos.
-    - No era mi intención, sabes que yo no soy así – dijo por fin. Acto seguido arranco el coche y siguió conduciendo.

Sabía que como empezara una discusión con él, no llegaríamos a Idaho ni en navidad. Lo único que podía hacer era cambiarme de asiento. Y eso a él no le iba a gustar.

-        -  Peter, para el coche – le dije con voz seria.
-         - ¿Qué? ¿Por qué? – me preguntó asustado
-         - Quiero cambiarme de asiento – en ese momento me miró extrañado.
-         - Vale, lo entiendo. Ya te he dicho que lo siento, pero no hace falta que te cambies de asiento. – me dijo con calma
-        - ¿Peter no puedes hacerme caso por una vez? – le dije ya cabreada – solo te estoy pidiendo que me dejes cambiarme de asiento. No te estoy pidiendo que me dejes en la cuneta.
-         - Mía por favor no te enfades conmigo – me dijo ya en un último intento.
-         - ¡PETER QUE PARES DE UNA VEZ! – le chillé furiosa.

No estaba enfadada, más bien estaba molesta. Pero si le hablaba así, Peter estaría un rato sin hablarme y así yo podría tranquilizarme y pensar.
Peter paró un poco más adelante, en el arcén. Quitó el seguro y dejo que saliera del coche y me sentara en el asiento de detrás del copiloto. Al salir del coche, pude oír el sonido de pájaros, a pesar de que aun nos quedara un largo tramo y empezáramos a adentrarnos en bosques.

-         - Lo siento, por hablarte así. Ahora por favor sube al coche. – me dijo con cara de cachorrito.
<< ¿Enserio? ¿Tiene que usar esa técnica? >> pensé. Peter ponía esa cara como último recurso cuando nos enfadábamos. Algo dentro de mí se ablandó. Siempre funcionaba, no sé como lo hacia pero esa cara siempre me ablandaba.

-         - Está bien – dije con la cara enfadada aún.
Volví al coche. Me senté en el asiento trasero y cuando me puse el cinturón, Peter arrancó y seguimos con nuestro viaje.

Le mire de reojo por el retrovisor y pude ver durante un pequeño instante la sonrisa de Peter. Su sonrisa de victoria. << ¿Con que creía que había ganado? Pues se iba a enterar >> pensé. Iban a ser unas vacaciones interesantes. Vamos que si lo iban a ser.